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Madurez ejecutiva y la decisión de cursar un MBA: ¿Cómo decidir?

Murilo Arruda

Director Grupo DNA

Cada vez hay más profesionales titulados en Chile, realidad que provoca mayor competencia y la necesidad de perfeccionamiento y mayor cualificación, la que se cubre, en parte, con la extensa oferta de programas de postgrado existentes tanto en el país como en el exterior.

Según cifras de la CDEC, la cantidad de matriculados en programas de postgrado en Chile ascendió a 22.434 en 2013, de los cuales casi 10 mil corresponden a profesionales que cursaron alguno de los programas de MBA disponibles en el país, además de los cerca de 50 chilenos que lo hicieron en las 15 universidades estadounidenses más prestigiosas.

Pero, cabe preguntarse, ¿cuál es el beneficio real de un MBA?

Recientemente, en DNA Human Capital levantamos un estudio donde se determinó cuáles son los rangos en los que aumenta la remuneración de un profesional con MBA versus uno que no lo tiene. La cifra es alentadora: los ejecutivos que cursaron uno de estos programas en Chile vieron aumentados sus salarios en un 15%, mientras que aquellos que lo hicieron en el extranjero, en un 27%.

Sin embargo, los costos de cursar uno de estos programas pueden extenderse en Chile y el extranjero, entre los casi 103 y los 373 miles de dólares, respectivamente, considerando gastos de vivienda, pago del programa y el costo de dejar de trabajar para cursarlo, razón que obliga a cuestionarse las razones de motivación.

Si el postulante a MBA busca, exclusivamente, un retorno financiero, tal vez es mejor pensar en otra alternativa. El retorno de la inversión de un programa chileno puede ser de 7 años, mientras que en un programa en el extranjero, es de 13. Algo que, puesto así, resulta muy poco alentador.

Pese a esto, el networking y la experiencia acumulada entregan un plus que no se cuantifica monetariamente exclusivamente.

En el caso de un profesional que estudia en el extranjero, este tiene acceso a docentes y compañeros que aportan desde una experiencia internacional que permite el desarrollo de un nivel de conocimiento que lo hace apto para enfrentar los desafíos que plantea el trabajo en compañías multinacionales (y multiculturales), excediendo la experiencia y casuística chilena.

La edad del postulante también es un tema. Muchos toman la decisión al egresar de sus carreras y no siempre es la mejor opción. El nivel de conocimiento del negocio adquirido con la experiencia, siempre es más importante que la teoría aprendida.

Pero el otro extremo tampoco resulta ser una buena alternativa: tomar un MBA a los 50 años no va a implicar un ascenso, al esperarse que a esa edad un ejecutivo ya esté ocupando un excelente cargo. El ideal se presenta entre los 32 y los 38 años, edad en la que un ejecutivo ya se ha enfrentado al mercado laboral, adquirió experiencia y su perfeccionamiento académico puede ser útil en el tiempo.

Como todo lo que tiene relación con la proyección laboral de un ejecutivo, la decisión de cursar un MBA no puede tomarse sin tener los antecedentes necesarios, pues una decisión desinformada puede llevar al ejecutivo a plantearse esta experiencia como un error.

Muchas veces herramientas de fácil acceso (como el dominio de un idioma) pueden resultar más útiles al perseguir réditos económicos al corto plazo, mientras que una decisión de este tipo puede vincular y perfilar más y mejor al candidato a MBA.

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