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Mujeres: Trabajadoras de doble jornada

Rosa Martínez

A partir de la década de los noventas, la participación de las mujeres en el mercado del trabajo ha experimentado un aumento progresivo en América Latina. En Chile, datos del INE indican que para el trimestre móvil diciembre – febrero de 1986 la tasa de participación femenina alcanzaba apenas el 29,1%. En 2015, según la OCDE, la tasa rondaba el 54,1%.

El último trimestre del año 2016 no fue la excepción. Datos de Adecco revelan que dicho período se caracterizó por un aumento en el número de empleos, en este caso transitorios, ejercidos por el género femenino; alcanzando un 42% del total a nivel nacional.

Diversos analistas señalan que la modalidad de trabajo transitorio se postula cada vez más como una manera de impulsar la inserción laboral y ofrecer mayor flexibilidad a las mujeres pues, en teoría, permite armonizar la vida personal con el desarrollo profesional.

No obstante, todavía persiste una alta desigualdad en las responsabilidades asumidas por hombres y mujeres en las labores de cuidado de la familia. Ello porque socialmente la incorporación laboral de las mujeres no se ha visto acompañada de una reorganización de las funciones en el ámbito doméstico.

Inclusive si la mujer trabaja fuera de casa, se enfrenta a una situación de doble jornada laboral, siendo solo una de ellas remunerada. Remuneración que, en muchos casos, es menor a la de sus pares varones, según lo indica el ránking de igualdad de salarios entre hombres y mujeres que realizan trabajos similares que, lamentablemente, posiciona a Chile en el lugar 128 de 142 países.

Feminización del cuidado

Según una investigación titulada ¿Si yo no los cuido, quién?, de Matías Braun para IM Trust, la mayoría de los cuidados a adultos mayores en Chile son realizados al interior de los hogares por mujeres. Se estima que más de 224.000 mujeres no pueden trabajar porque han asumido la responsabilidad de cuidar a los adultos mayores que viven con ellas. Representan el 84% del total de cuidadores a nivel nacional.

Durante una actividad de Fundación Las Rosas, Braun aseguró además que 45% de las mujeres que cuidan a un adulto mayor en sus casas son inactivas económicamente. Desde el punto de vista emocional, un 19% sufren depresión, 20% sufren estrés y 66% no han tomado vacaciones desde hace más de cinco años.

En términos económicos, también disminuye las posibilidades laborales, deteriora la condición económica actual y tiene efectos negativos en una futura pensión.

Otro tema no menor es la maternidad. Nathália Molteni, associate director de Page Executive, señala que algunas de las causales de la baja participación femenina en el mundo laboral corresponden justamente a temas relacionados con la ser madre y con los desafíos que implica culturalmente cumplir con ese rol y, además, ser profesional.

“En Chile se ha hablado e incentivado cada vez más estructuras de trabajo con horarios flexibles, teletrabajo, medias jornadas, pero son pocas las empresas lo implementan”, destaca Nathália Molteni.

Materias pendientes

En septiembre de 2016, el Consejo Consultivo de Género de la Subsecretaría de Economía entregó a la Comisión Nacional de Productividad un documento con diez medidas en materia de participación laboral femenina y su impacto en la productividad, crecimiento e innovación en el país.

El texto, denominado Incorporación de la Perspectiva de Género como Aporte a la Economía, menciona que algunos de los retos pendientes en materia de igualdad de género en el mercado del trabajo incluyen la lucha contra la segregación horizontal, así como la brecha salarial.

El informe propone, entre otras cosas, que los beneficios asociados a la compensación de algunas previsionales, relacionados con el cuidado de menores o personas adultas dependientes, deben ser extensivos a hombres y mujeres para no consolidar la prescripción cultural que hace a las mujeres las responsables de dicho cuidado.

La subsecretaria de Economía, Natalia Piergentili, asegura que dicha propuesta considera aspectos claves que hoy son una barrera a nuestro desarrollo como, por ejemplo, el «impuesto a la maternidad» (es decir, el desincentivo para contratar mujeres), los sesgos inconscientes, la brecha salarial y la falta de políticas en el área de RRHH de algunas empresas que limitan la generación de acciones que les permitan mejorar sus políticas de desarrollo organizacional y ser más balanceadas, todo lo anterior por cierto en una perspectiva de derechos pero también y desde el punto de vista económico.

«Esperamos que prontamente la CNP sancione la incorporación de alguna de estas medidas a las propuesta que deben entregarle prontamente a la Presidenta Bachelet, ya que la brecha de género es un imperativo ético que debemos seguir abordardando pero también es un problema que afecta y enlentece nuestra capacidad de crecimiento y productividad», destaca.

 

** Esta nota fue originalmente publicada en El Mercurio.

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