Lo que aprendes para la vida después de escalar las montañas más altas del mundo
Muchas veces se necesita tocar fondo para encontrar el cambio radical que determinará un antes y un después en tu vida. Este fue el caso de Thaís Pegoraro quien, luego de un terminar un noviazgo y vivir una crisis laboral, decidió, a sus 36 años, escalar las siete montañas más altas del mundo en 12 meses.
El desafío de subir “las siete montañas” es muy común entre montañistas de gran experiencia, pero Thaís no la tenía. Y aun cuando tampoco había sido una gran deportista, su sueño no la derrumbó y comenzó a entrenar más de ocho veces a la semana, preparándose para diferentes condiciones climáticas y alturas.
Hasta ese momento, solo siete brasileños lo habían logrado pero nadie lo había hecho en un año. Lo que más la motivó a tomar este reto fue su pasión por el montañismo y por lograr algo diferente a lo que estaba acostumbrada siempre.
“Lo que me llevó a tomar el camino desconocido es porque sabía que sacar el camino conocido no me iba a entregar la satisfacción plena ni en lo laboral ni en lo personal. Era un momento de atreverme y probar un camino diferente. Lo que me impulsó fue la posibilidad de vivir nuevos descubrimientos versus vivir más de lo mismo, lo que ya sabía a qué me llevaría”, recuerda hoy Thaís.
En 12 meses logró escalar las montañas más altas de todos los continentes y hoy se dedica al coaching y al reclutamiento de nuevos empleadores ya que es la directora de DNA Outplacement con sede en Río de Janeiro.
Aprender a negociar contigo mismo
Para poder lograr llegar a la cima de las montañas más altas, como el Vinson en la Antártida o el Aconcagua en América del Sur, debió luchar contra el cansancio, el dolor, el desgaste de la altura o el clima.
Las dificultades le enseñaron no solo sobre fortaleza física sino que también mental y emocional, lo que hoy aplica en todos los ámbitos de su vida.
“Lo más difícil fue el micro gerenciamiento del día a día. Negociar el cansancio y no dejar de hacer las cosas importantes para mis objetivos. Pero eso me entrego una gran noción de cómo somos indisciplinados”, afirma.
Agrega además que la montaña le enseñó que muchas veces tenemos sueños pero nos falta la definición de cómo alcanzarlos y tampoco estamos dispuestos a sacrificar pequeños placeres para lograrlos.
El fracaso como camino al éxito
Hoy, como entrenadora de ejecutivos en fase de transición, afirma cómo gracias al andinismo aprendió que el fracaso nos puede enseñar mucho más que el éxito.
“Lo que más aprendí es que el fracaso enseña más que el éxito ya que cuando caemos nos damos cuenta qué tan fuerte podemos llegar a ser al levantarnos. Somos más fuerte de lo que imaginamos pero necesitamos ponernos a prueba para saberlo. El desafío físico y el dolor que proporcionan las montañas realmente te enseña qué tan poderoso es el ser humano cuando pone algo en mente y camina para alcanzarlo”, cuenta la brasileña.
No cualquiera es capaz de entrenar la mente para lograr un sueño que, para muchos, es casi inalcanzable. Por esta razón para Thaís hubo tres elementos clave determinantes en su éxito.
“Fueron tres elementos principales: foco, planificación y determinación. El primero me ayudó a tener prioridades, el segundo continuidad y gracias al último pude tener éxito», señala.
Importancia del trabajo colectivo y del apoyo
Luego de 60 días, la ejecutiva logró alcanzar la cima del Everest. Cuenta que fue tan fuerte la experiencia que solo al bajar a la base logró dimensionar que había escalado la cumbre más alta del mundo, a 8.848 metros de altura.
Abajo, en la base se encontraba su madre esperándola. Thaís reconoce que el apoyo de sus seres queridos fue fundamental en todo el proceso.
“Nada grandioso hacemos solos. Me gusta esta frase que aprendí en las montañas. Nada de lo que hice fue en lo singular, todo en lo colectivo”, asegura.
Luego esta gran experiencia, algo que la profesional tiene claro es la importancia del trabajo en equipo, la que también se aplica al trabajo o a la vida personal.
¿Tienes dudas de cómo lograr un sueño? Esta mujer no lo duda: define el punto de partida, observa qué es lo que tienes en tu caja de herramientas para llegar allá y evalúa si lograrlo te servirá para atender tu propósito mayor.